Cuando uno planea irse al otro lado del mundo un año para vivir una de las mejores experiencias de su vida, sabe que a la vuelta familiares y amigos le van a recibir con el mejor de los abrazos; y eso es una sensación única. Una experiencia así supone una gran huella en la persona y ésta en ocasiones puede ser tatutada con heridas cuando en la distancia le dan la noticia de una pérdida.
Este era Athos, nuestra alegría de la casa. Hace unos días enfermó por una infección en el riñón que lo ha llevado al cielo de los perros, no me ha dejado ni despedirme de él, no me ha dado tiempo y eso que desde aquí le pedí que fuese fuerte y aguantara para que me regalase uno de esos meneos traseros a mi llegada. Supongo que le motivó más la idea de juntarse con la perrita de sus sueños en esa otra vida para los perros y por eso no le reprocho nada. Me queda de él los mejores recuerdos, con su pelo negro brillante y su pecho lanoso de color blanco y su agudo ladrido que retumbaba en el tímpano y alertaba en el vecindario de la presencia de algún extraño. Ese era Athitos, el mejor perro del mundo. Le echaremos mucho de menos, pero tranquilos porque ha vivido en la mejor familia que le podía haber tocado. Good Bye Athitos!!!!!